domingo, 30 de agosto de 2009

Sábado. 8769 días después de...

Una mariposa nocturna se negó a morir entre mis manos y se hecho a volar contra una lámpara del alumbrado público, luego mientras caminaba hacia mi casa, decidí dejar a green peace y la conservación del planeta a un lado, y de una manera natural y descarada arrojé al suelo los papelitos que sobraron después de destapar un paquete nuevo de cigarrillos.
Era una noche tranquila, casi perfecta, casi vacía, casi sábado sin nada que hacer, casi 11 de la noche, casi no recuerdo cuantas estrellas habían, supongo que perdí algunas e invente otras, pero aún recuerdo la noche como perfecta y hermosa.
El viento constante y helado dejo como regalo una sensación de dolor en mis oídos, los borrachos que pasaron a mi lado dejaron una sensación incalculable de nostalgias, de sabores, de dolores y de risas. No hay amigos, no hay rostros conocidos, solo un apacible aliento a cerveza en mi boca que comienza a desaparecer debido al trident de canela que mastico hace ya varios minutos. Y vi una camisa de color rojo que me recordó a cierta persona que comía cerezas sin cansarse, vi a los perros de siempre ladrándole a los carros y la nada como siempre, mire detalladamente a cada uno de los gatos que sentados en los andenes de las que parecían sus casas, se lamían las patas y me miraban con cara de que se joda el mundo ...
Se me quedo pegado por no se que , el olor de un sábado tranquilo lleno de suciedad en el aire.
Todavía pienso en las cosas que no hice, y en el helado de chocolate que vengo posponiendo hace tantos días, todavía espero a que la noche se llene de nubes cargadas de agua para que mi no dormir sea más frío y tranquilo. Todavía sigo aquí, y es lindo pensar que después de 24 años, solo hace pocos meses aprendí a respirar, es bonito pensar en que una de tantas noches voy a recostarme en mi cama y voy a dormir tranquila y en mis sueños no habrá más que un delicioso silencio, y un abrazador vacío.

sábado, 29 de agosto de 2009

Una vez más...

sabes... aveces respiro fuerte, muy fuerte y mientras todavía tengo el aire adentro, las vértebras en mi espina suenan como si el oxigeno las desacomodara.
Hoy es un día de esos, o de aquellos, demasiados días contando días...
Estaba dispuesta a pararme de la cama sin que nada me doliera, caminar por cualquier parte y mirar a cualquier lado, perder de nuevo la cuenta de los días...respirar hondo mientras las voces infantiles agrupadas por varias decenas gritan diferentes cosas a un mismo tiempo. Quería encontrar brazos que se cerraran a mi alrededor, respiraciones tibias y sonrisas. No voy a encender velas en la oscuridad ni a sacar de los más ínfimo de mi memoria la basura que me estorba.

sábado, 1 de agosto de 2009

El humo que circula en la habitación alcanza a cubrir el aroma seco pero fresco de la sangre.
Mi cuerpo tiembla de adentro hacia afuera y viceversa, cuento hasta tres y respiro...
el miedo alcanza a materializarse en el ambiente.
Nada fluye, el sudor gotea por mi frente, se desliza por mi cuello, mi corazón aún no logra calmarse, no entiende que su lugar está dentro de mi pecho y no por fuera de él.
El no dice nada, guarda silencio, me ve fijamente y luego se queda absorto siguiendo el rastro de sangre en el suelo que llega siempre a mi habitación. Ella llora, respira, suspira, y le ora entre susurros al dios de turno para que la tempestad como ella lo llama, pase de una vez.
Ojalá cierto dios hubiese escuchado.
Me siento sobre la cama y puedo ya alcanzar a ver los golpes en mi cuerpo, zonas de color violáceo.
Un perro tiembla bajo mi cama mientras una voz le grita cobarde y le pide que salga, que el tiempo apremia, que la muerte llama. yo le digo al oido que todavía lo amo, y lo acaricio con los dedos de mi mano derecha.
Parecía que dos de mis costillas falsas estaban rotas, pero fue una falsa alarma, solo un golpe, un golpe seco.
en mi rostro no se ve nada, no pasa nada, el mundo sigue igual noche trás noche, no importa si algo duele, me tomo una cerveza helada con sal y limón, camino y busco un lugar fresco, miro la luna y pienso en los hombres lobo, veo un alma solitaria que transita por las mismas calles que yo recorro, todo de nuevo un cuerpo helado que vive sobre el mundo en los diás de sol y no logra sentir nada...
un grito aterroriza a tres personas ubicadas en un escenario montado para una película de terror de bajo presupuesto, pero nadie corre. Todo se queda en silencio y al apagar las luces todos cierran los ojos, fuerte, muy fuerte y ruegan para perder la consciencia entre el frío de la madrugada y el sueño.