No siento miedo al creerle a tus ojos. es cierto, puedes amortiguar mi caída.
Tiempo seco con posibilidad de lluvias.
En la noche los sistemas de auto protección obsoletos ya por la dimensión de las miradas, hacen un último intento por cumplir su función, y tu voz al otro lado del teléfono deja que el mundo de nuevo caiga a velocidades impensables sobre mi pecho, sin conseguir sepultar nada de lo que hace latir mi corazón por estos días. Puedo parar de llorar. No puedo parar de llorar. La reacción inesperada de tu presencia cerca de mis lágrimas y las frases que fluyen detrás de los dolores que eran casi ajenos nos acercan segundo tras segundo. renunciar nunca fue una opción.
Mientras el transporte público se hace esperar, nos paramos en una esquina en donde besarse se hace más y más divertido con la fuerza de la lluvia golpeando el suelo, con la fuerza de los brazos abrazando los abrazos de quienes no renuncian, por que nunca fue una opción. Debo confesar que cuando mi habitación estuvo oscura y silenciosa, pronuncié tu nombre docenas de veces y ese extraño susurro logró ahuyentar cada uno de mis miedos, luego te encontré otra vez en mis sueños, pero de nuevo eras real.